LA VIDA DE GARCILASO DE LA VEGA
Los primeros años
Garcilaso de la Vega y de Guzmán nació en Toledo, probablemente en 1501, Y fue el segundo hijo de una familia de estirpe nobiliaria. Se crió en Toledo, donde recibió una sólida formación humanista por parte de eminentes preceptores. En estos primeros años tuvo ocasión de conocer algunos reveses de la fortuna. El primero de ellos fue la muerte de su padre en 1512.
Un soldado del emperador
El 26 de abril de 1520, en La Coruña, el emperador Carlos V 10 nombró contino. Ello significó, entre otras cosas, que hubo de enfrentarse a las tropas de los comuneros de Castilla, cuyo alzamiento tuvo lugar en ese mismo año y a cuya cabeza se encontraba su hermano mayor Pedro Laso de la Vega. En el transcurso de la guerra fue herido en la cara en la batalla. En febrero de 1522 intervino en el cerco de Toledo, y en diciembre de ese mismo año participó, junto con Juan Boscán y don Pedro de Toledo –tío del duque de Alba y protector de Garcilaso–, en la expedición para defender de los turcos la isla de Rodas. En 1523 tomó parte en la campaña de Navarra contra los franceses, y en septiembre de ese mismo año se le nombró Caballero de Santiago.
El matrimonio y el amor
A instancias del emperador y de su hermana, doña Leonor de Austria, en 1525 se casó con doña Elena de Zúñiga, dama de doña Leonor. Este matrimonio no fue fruto del amor, sino de un acuerdo nobiliario.
Es una opinión generalizada que Garcilaso no estuvo enamorado de su esposa y que a ella no le dedicó ninguno de sus poemas. No obstante, ella le dio cinco hijos y una estabilidad que hasta entonces no había tenido, como lo demuestra la existencia de un hijo natural, don Lorenzo, y las relaciones con una moza extremeña, Elvira, a los que recordaría en su testamento de 1529.
Su gran amor fue una bella mujer portuguesa, llamada Isabel Freire, quien llegó a España en marzo de 1526 con el séquito que acompañó a doña Isabel de Portugal para su boda con el emperador. Garcilaso debió conocerla por esas fechas, pues él también asistió a las celebraciones de la boda. No parece probable que ella correspondiera a su amor, aunque sí pudo hacerlo objeto de su amistad. Ello motivaría el sufrimiento de Garcilaso, quien a partir de entonces se quejaría del desdén y la crueldad con que lo trató su musa poética. Un desdén que él consideró intensificado a partir de 1529, cuando Isabel se casó con don Antonio de Fonseca, apodado «el Gordo», un noble de Toro, que llegó a ser regidor de Toledo.
La caída en desgracia
Ese mismo año acompañó a Carlos V en su viaje a Italia. En febrero de 1530 asistió a la coronación del emperador en Bolonia, y en abril regresó a España. En agosto la emperatriz lo envió a Francia para que testimoniara su felicitación a doña Leonor de Austria por su matrimonio con el rey Francisco 1, y con el encargo secreto de vigilar los preparativos franceses para una posible ofensiva en la frontera española.
Otro episodio desgraciado en la vida de Garcilaso tuvo su origen en agosto de 1531, cuando asistió como testigo a la boda de su sobrino Garcilaso, hijo de su hermano Pedro Laso, con Isabel de la Cueva, sobrina del duque de Alburquerque. Este matrimonio se celebró en contra de la voluntad de la familia de la novia y del emperador, quien más tarde lo anuló por ser menores de edad los contrayentes. Aunque lo más probable es que Garcilaso asistiera sin conocer la prohibición del rey, lo cierto es que el día 3 de febrero de 1532, mientras acompañaba al duque de Alba para participar en la defensa de Viena contra las tropas turcas, fue detenido en Tolosa por orden de la emperatriz, con el objeto de que se le tomase declaración en relación con su asistencia a la boda. Cuando llegó en el mes de marzo, el emperador ordenó su confinamiento en una isla del Danubio, en la que permaneció unos pocos meses, pues, tras la mediación del duque de Alba, en agosto ya se hallaba en su destierro napolitano, al servicio de don Pedro de Toledo, el virrey de Nápoles.
Comienza entonces su etapa de madurez literaria, favorecida por los contactos con un grupo de intelectuales y escritores.
La consagración del poeta y del soldado
A partir de abril de 1533, realizó esporádicos viajes a España para cumplir diversas misiones de carácter político. Durante uno de esos viajes, en agosto de 1534, debió de conocer la noticia de la muerte de Isabel Freire, acaecida entre 1534, al dar a luz a su tercer hijo.
Por estas fechas parece que Garcilaso comenzó a recobrar el favor del emperador, como lo demuestra el hecho de que en octubre de 1534 lo nombrase alcalde de la ciudad de Reggio. En el verano de 1535 participó en la campaña de Túnez y fue herido en la boca y el brazo derecho, y en noviembre formó parte de las tropas imperiales que entraron victoriosas en la ciudad de Nápoles. También por estas fechas debió de comenzar un nuevo amor con una anónima dama napolitana, a la que algunos han relacionado con doña Catalina Sanseverino, hermana de la amada de su amigo Marío Galeota, doña Violante Sanseverino, a la que dedicó su célebre canción V.
En mayo de 1536 fue nombrado maestre de campo y se le concedió una capitanía de infantería. En agosto participó en una expedición a Túnez, y el 19 de septiembre resultó herido de gravedad en el transcurso de una campaña en Francia, al recibir el impacto de una piedra en la cabeza durante el asalto de Le Muy, en Provenza. Trasladado a Niza, murió el 13 o el 14 de octubre. En 1538 sus restos mortales fueron trasladados a Toledo.
Aspectos culturales
El siglo XVI supone la consolidación del Renacimiento, un movimiento socio–cultural nacido en Italia a finales del siglo XIV, con el que se inicia el paso de la Edad Media a la Edad Moderna, y que en España comenzó a manifestarse en el último cuarto del siglo xv.
En el arraigo del Renacimiento en España influyeron varios factores, entre los que cabría destacar los siguientes: el abandono de la visión teocéntrica medieval, que trajo consigo la secularización de la cultura y de la sociedad; los frecuentes viajes de los españoles por Europa e Italia, como consecuencia de las campañas militares de Carlos I; la importante labor desempeñada por intelectuales como Luis Vives, los hermanos Alfonso y Juan de Valdés; la puesta en marcha de la imprenta a partir de 1473, en Zaragoza, a la que siguieron, entre otras, las de Barcelona y Valencia, con las cuales se potenció la difusión de los autores clásicos; y la labor desempeñada por las universidades de Salamanca, Alcalá, Valencia y Zaragoza.
El Renacimiento va unido a una visión antropocéntrica del mundo, basada en la consideración de la figura del hombre como centro, como un microcosmos. Esto conlleva la afirmación del yo individual, la búsqueda se los placeres, la belleza y la fama y el interés por la antigüedad clásica, con la recuperación de los temas y autores grecolatinos. No obstante, en España el renacer de lo clásico se trata de armonizar con el mantenimiento de ciertos elementos característicos de la tradición hispánica medieval.
Ese antropocentrismo se refleja en lo que se conoce con el nombre de Humanismo, que vendría a ser el soporte intelectual y filosófico del Renacimiento. Los humanistas promueven los estudios matemáticos, científicos, así como de las letras y las artes; preconizan el ideal del cortesano, que implica el desarrollo integral –físico, espiritual y artístico– del hombre, que se plasma, por ejemplo, en el tópico de las armas y de las letras; potencian el uso de la razón y la inteligencia, lo cual implica una actitud crítica, y se inspiran en la filosofía de Platón, así como en el escepticismo, el estoicismo y el epicureismo. El neoplatonismo se basa en una visión idealista de la vida que considera al amor, la naturaleza y la creación artística como vehículos para el acercamiento a Dios. El escepticismo afirma la subjetividad del conocimiento como consecuencia de la imposibilidad de llegar a conocer la realidad objetiva y la verdad absoluta. El estoicismo se sustenta en la idea del control de las pasiones, en la búsqueda de la virtud y en el contacto con la naturaleza. Y el epicureísmo defiende la búsqueda de la felicidad y el disfrute del placer frente al dolor.
Aspectos históricos y sociales
Tras la muerte de Isabel la Católica (1504) Y de Felipe el Hermoso (1506) tienen lugar las regencias de Fernando el Católico, muerto en 1516, Y del Cardenal Cisneros, hasta la llegada en 1517 del nieto de los Reyes Católicos, Carlos 1, la cual iba a resultar de capital importancia para una nación española consolidada definitivamente con la anexión de Navarra en 1512.
Uno de los primeros problemas con los que tuvo que enfrentarse el nuevo rey fue la rebelión de los comuneros castellanos, cuyas primeras manifestaciones se remontaban al siglo XV, con enfrentamientos entre familias nobiliarias que se disputaban el poder y la influencia. Dichas pugnas se fueron agudizando de forma progresiva a raíz de las muertes de los reyes Católicos y alcanzaron su máxima intensidad con la llegada de Carlos I, quien dejó el poder en manos de gobernantes flamencos que se dedicaron a enriquecerse y aumentaron los impuestos. A estos agravios se sumaron otros. Se produjo la rebelión que desató guerra de las Comunidades, la cual concluiría en febrero de 1522. Pero ésa no fue la única sublevación a la que el rey Carlos tu que hacer frente en los comienzos de su reinado; en 1519 estalló guerra de las Germanías en Valencia -que se extendió a Mallorca 1520-, motivada por el enfrentamiento entre la nobleza y los burgueses, unidos en germanía o hermandad, y que terminó con el aplastamiento de estos últimos en 1523.
Solventadas estas revueltas, Carlos I se fue hispanizando, y reinado supuso un periodo de optimismo y prosperidad económica, favorecido por el ascenso de la burguesía comercial, industrial y financiera, por el paso del feudalismo a un incipiente capitalismo, por la expansión colonial en América y por la apertura a Europa –especialmente a la influencia italiana–, potenciada por la pujanza de la política imperial. El ideal de esta etapa queda de manifiesto en un verso de Hernando de Acuña: «un Monarca, un Imperio y una Espada».
Aspectos religiosos
Durante el reinado de Carlos I penetra en España el erasmismo, corriente reformista surgida en Europa por influjo de la obra del humanista holandés Erasmo de Rotterdam (1469-1536), que critica la corrupción existente en el seno del clero y defendía una religiosidad interior frente a los ritos y las ceremonias externas, una vuelta al cristianismo primitivo y al estudio de los textos bíblicos y la tolerancia hacia otras ideas y creencias. Esta corriente tuvo mucha influencia en España y contó entre sus partidarios a relevantes humanistas como los hermanos Valdés o Luis Vives; a partir de 1530 comenzó a sufrir una dura persecución.